sábado, 11 de junio de 2011

Tenía miedo.

Era de las que siempre llevaba algo de cuero negro puesto: ya fuese una pulsera (con pinchos, claro), una cazadora, pantalón o un trozo pegado a su camiseta; de las que se pintaba los labios rojos o granates y los ojos negros o con un look pin up que le daba un toque sensual y a la vez exótico. Se colocaba el pecho en su corsé de una forma estratégica para insinuar pero sin llamar demasiado la atención. Tenía los ojos rasgados, y sus facciones eran duras. Uñas negras o rojas. Colores siempre fuertes, pero apagados. Hablo de todo esto porque así, tal y como ella vestía, era. O decía ser. Nunca la llegué a conocer del todo, creo, pues siempre pensé que ocultaba algo. Era un poco oscura, misteriosa y con un punto raro que me encantaba. A veces paseaba con la cabeza gacha y otras mirando fijamente a un punto. Nunca saludaba, ni siquiera te dirigía una mirada, y mucho menos una sonrisa. Creo que tenía miedo. Que ella no era así. Que el cuero era su barrera y las pulseras de pinchos un método de defensa. Le habían hecho daño, estoy seguro. Un día, decidí decirle algo cuando me cruzase con ella, pues todos los días lo hacía y, aunque no nos conociésemos, la llevaba observando mucho tiempo. No obtuve respuesta, pero como el que la sigue la consigue, lo intenté un día más. Creo que debió pensar: ¡qué pesado! Pero sinceramente, me es indiferente por completo. Conseguí un "hola" muy escueto por su parte. Insistí, tanto que un día la invité a tomar algo. Fuimos. Me llevó a su casa. Allí, allí fue donde descubrí que era una chica sensible que solo buscaba la apariencia. Vivía en su particular mundo donde nada hacía daño y todo era mentira. Tenía miedo. Miedo de la realidad.

3 comentarios:

  1. Wow, me encantó el texto! y coincido en varias cosas con ella. Un besito ♥

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  2. las primeras frases y alguna que otra parte más, ni que me estuvieses describiendo a mi

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