viernes, 22 de abril de 2011

Martes, 13 de febrero (VI)

El cielo grita. Supongo que de desesperación, quizás de tristeza. También lanza flashes al aire, quizás se ha convertido en una cámara de fotos improvisada.


Clau y Joss no se han visto desde aquel día en la cafetería. Todo fue bien, genial, diría yo. Se conocieron un poco y vieron que tenían muchas más cosas en común de las que parecía. Música, ciudades, nada de deporte y, por qué no decirlo, rareza. Pero por circunstancias desconocidas, no volvieron a verse. Y aunque no se atrevían a llamarse, el uno no dejaba de pensar en el otro. Así que un día ella hizo de tripas corazón. Fue a la estación donde se conocieron, y desde ahí lo llamó.


- ¿Joss?. - Al otro lado del teléfono él no puede creer lo que escucha y mil mariposas se mueven sin parar. Pero disimula.
- Sí, ¿quién es?
- Esto... soy... Clau. ¿Te acuerdas de mí?
- Oh, ¡Clau! Claro que me acuerdo de ti.
- ¿Qué tal estás?
- Muy bien. - Y aquí empieza a declararse, por así decirlo.- Quizás echándote de menos más de lo normal y no atreviéndome a marcar tu número por si te habías olvidado de mí. Quizás pensando si ir a verte, o si quedarme aquí, viendo pasar la oportunidad de mi vida. ¿Dónde estás?
- En la estación. Ven a por mí.
- Voy ahora mismo, amor.


Clau se queda sin palabras. Amor. Esa palabra no se le dice a cualquiera, o quizás sí. Pero no con ese tono de voz. Y aunque no quiera admitirlo porque ella nunca se ha enamorado a primera vista, en su interior también se mueve algo.


Y el cielo deja de gritar, solo lanza fotos. Y los captura a los dos en ese momento mágico. 




Pd. Pasad por este blog: http://muerdetelacola.blogspot.com/ me dio un premio y creo que esta es la mejor manera de agradecérselo infinito. :)

jueves, 14 de abril de 2011

No te vayas, Tina.

Nunca fui capaz de decirle que no a nada. Tenía una cara dulce, tanto que a veces me olvidaba de como era el resto de su cuerpo. Ella, siempre alegre, siempre risueña, siempre con falda. Ese toque tan femenino me encantaba más si cabe. El segundo cajón de su mesita de noche (el primero nunca me dejó mirarlo) era como un arco-iris: medias de colores ordenadas al milímetro. A la derecha de la cama redonda, en su escritorio, una lámpara roja y tres lapiceros y medio. Supuse que ahí era donde escribía. Letra redonda cuando lo hacía en un cuaderno, letra ligeramente inclinada hacia la derecha cuando se trataba de una canción. Siempre pensé que la segunda tenía un toque artístico. Cantaba como los ángeles, sin embargo, no bailaba bien. Pero a mí me gustaba. Tenía un movimiento especial. Como todo lo que hacía, especial. Nunca fui capaz de decirle que no a nada. Fuimos a mil sitios juntos, incluso a París para cumplir un sueño suyo: un beso y una promesa con la Torre Eiffel de testigo. Nunca le dije que no hasta que quiso irse. Se lo pedí por favor: no te vayas, Tina.

domingo, 10 de abril de 2011

Querido Yo:

No sé si haré mal en hacer esto, ni si tú querrás que lo haga. Pero la verdad es que me da igual. Nunca nos llevamos bien del todo, bueno, mejor decir que mi cabeza y tú nunca os caísteis bien. Siempre llevándoos la contra, siempre haciéndoos daño. Nunca llegasteis a conoceros bien, si lo hubieseis hecho quizás las cosas no habrían acabado así. Y tengo que hacerlo, estoy harta de hacer cosas que, o te perjudican a ti, o le perjudican a ella y al fin y al cabo me perjudican a mí. Nunca llegarás a leer esto, probablemente lo haga alguien, o no. He cerrado todo con llave, le he dicho a mi madre que he ido de viaje por mucho tiempo y no hay nadie más a quién le importe. Quizás sí, no sé. Quizás ahora mismo a la persona que está leyendo esto le importo, si es que lo está haciendo alguien. Además, cuando ella perdía, tú creías ganar, y eso nunca pasa. He comprobado que no puedo dejarme llevar por ti. Lo siento, siento hacer esto. Y lo peor de todo es que si acabo contigo, acabo conmigo. Me gustaría poder deshacerme de ti solamente y seguir viviendo, pero de momento es imposible.


Y así, sin más, ahogó su pena literalmente en la bañera llena de espuma y con un vaso de chocolate al lado.

domingo, 3 de abril de 2011

Un poco sobre mí.

 Odio que llueva un viernes, ya de por sí los viernes son feos como para que alguien por allí arriba decida arruinarlos más. Odio las nueces, sin embargo, cuando veo unas pocas, no puedo evitar comer alguna. Me gustan las historias que terminan con un "fueron felices, y comieron perdices" pero nunca me sale escribirlas. Casi siempre escribo en tercera persona. Me ducho con el agua ardiendo y más de una vez el baño se ha llenado de vapor, lo que ha hecho que tenga que salir corriendo porque si no me ahogaba. Como chocolate cada día. Me gusta cantar en inglés. Admiro a la gente que se le da bien física y química y a quien toca el saxofón o el piano. Me encantaría saber tocar el arpa. Tengo una guitarra eléctrica, preciosa. No sé tocarla. Leo  decenas de blogs en inglés pulsando el botón de "siguiente blog". Me gustaría llegar a soñar en inglés. Podría pasar horas observando a alguien dormir. Cuando me pongo nerviosa me sangra la nariz. No sé hacer volteretas. Hablo sin parar. En un viaje puedo llegar a ser pesada cantando y hablando. Me gustan las canciones que hay que escuchar dos veces para saber de qué van. No me gusta ver películas en casa porque siempre encuentro algo mejor que hacer. Tengo un diario en el que sólo me da por escribir los días malos. Leo artículos sobre el lenguaje corporal y sobre cosas insospechadas. A veces me apunto cosas en la agenda para luego leerlas en Internet. Cuando estudio, siempre acabo haciendo algún desastre en mi escritorio. Soy muy impulsiva. Si digo algo, es porque lo pienso. Y también demasiado expresiva. Me dicen que soy rara. Y reconozco que un poco sí.