domingo, 18 de septiembre de 2011

Lo que escuchaste mientras hacías que soñabas.

Hola. Quizás no te acuerdes de mí, o no quieras reconocerlo porque "estabas dormida". Soy el que entró a tu habitación mientras mirabas con un ojo abierto y el otro cerrado, creyendo que no te veía. Recuerdo el olor a vainilla que había allí, y cómo estabas colocada. Eras muy insinuante, pero a la vez tan dulce... Tumbada boca arriba, con la cabeza girada ligeramente a la derecha, y un brazo encima de la almohada. Las piernas dobladas. Me encantaba mirarte. Cogí esa silla blanca que tenías al lado de la cama, tenía ropa encima, y algún que otro libro, pero no los quité, así te podría sentir más cerca. Empecé a hablarte. Te conté cómo nos conocimos, aunque quizás tú lo recordabas. Lo sé por esa mueca de felicidad que se instaló en tu cara al escucharme. Nos conocimos en un concierto, de aquel cantante que ambos habíamos conocido por casualidad. Y nos miramos cantando a pleno pulmón la misma frase: "Me perderé un millón de veces antes de encontrarme". Algo pasó ahí. Creo que al mirarte me encontré, o quizás encontré lo que llevaba buscando mucho tiempo. Pero no te dije nada. De ti solo podía recordar unos labios rosas y una sonrisa. Nada más, pues te vi de lejos. Te he buscado desde ese día, desde ese 25 de junio te llevo buscando. He paseado mil veces por esta ciudad, mirando a todos sitios por si el Destino quería que nos volviésemos a encontrar de casualidad. Y te he encontrado. La puerta de tu casa estaba abierta, creo que eso sí ha sido el señor Destino quién lo ha hecho. Me he tomado la libertad de entrar y tu aroma me ha traído hasta  aquí. Y me encantaría que fueses lo suficientemente valiente para abrir los dos ojos, no solo uno, y decirme que me echabas de menos también, aunque nunca nos hayamos podido no-echar de menos. Quisiera seguir contándote mil cosas, pero nuestra canción acaba de empezar. El principio ya está, el título y lo demás, tenemos que hacerlo juntos. Una canción sin final. Nuestra canción sin final.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Oxford: Ciudad bella, bellas personas.

A lo largo de nuestras vidas todos conocemos a muchísimas personas. Unas te marcan por haberse portado mal contigo, otras por haber hecho todo lo contrario. Unas, simplemente pasan de largo, mientras personas que podrían haber hecho lo mismo, se quedan a tu lado para conocerte. Esta entrada de apertura de invierno, por así decirlo, no va a ser como vengo haciendo desde que abrí el blog. Va a ser un poco especial, pues no voy a contar una historia de un personaje inventado, ni de una niña dulce a la que le gustaba comer chuches encima de la lavadora; esta vez no. Voy a hablaros de algo que sin duda me ha marcado, de algo que no me esperaba. De personas que merecen muchísimo la pena, de gente a la que va a ser muy pero que muy difícil que yo olvide.


En abril de este año, más o menos, recibí una carta. En esa carta me daban la enhorabuena por haber sido becada para ir a Oxford, quince días en verano. Sólo eso ya era un sueño hecho realidad. Pero no es fácil concienciarte de que vas a un sitio sin conocer a nadie. Bien, ahora es cuando entran en acción mis niños, mis Darlings. Dicen que los comienzos siempre son difíciles, ¿no? ¡Bobadas! Desde el minuto uno, desde ese momento en el avión con Lucía y Juanjo, desde ese "¡Dios, hemos viajado en el tiempo, vuelven a ser las 9!" hasta el abrazo más agridulce que os podáis imaginar, esos quince días han sido increíbles. Creo que jamás me había reído tantísimo en tan poco tiempo, creo que nunca y digo nunca había encontrado personas de mi edad tan afines a mí. Quiero daros las gracias, solo quiero hacer eso. A Lucía, Lorena, Lidia, Juanjo, Javi, Javi Gaitán, Juanda, Salo, Juany y Jose. Mis perlas. Porque (no lo sabéis, pues no os lo he dicho) las perlas en la vida de alguien, son personas que te marcan por algo bueno. Diez perlas para mi collar.


No me voy a poner a recordar momentos de risa, ni de llantos, ni de sustos, ni de "do you want bread? would you like salad?", ni de hacer caritas con la "comida", ni de hablar siempre de lo mismo, ni de paseos por Oxford, o paseos en bus, o Pullens Lane, ni de abrazos, besos, Living Room o rooms a secas, ni de nada, porque todos estaréis (como yo) hartitos de recordarlos y no poder revivirlos. Esto es solo un pequeño detalle para que sepáis que os quiero. Hemos estado conviviendo quince días muy intensos y en mi corazón, siempre, siempre, va a haber un hueco para los que han sido las personas que han contribuido a marcar un antes y un después en mi vida. Gracias una vez más por hacer que pueda ser yo, sin miedo a malas miradas o a risas por lo bajini. Gracias una vez más por ser cada uno, como sois. En la cartita que os escribí en Oxford, ya os atribuí un adjetivo a cada uno. Creo que ahora, sobran las palabras. 


I love you, Darlings. I miss you. 




Aprovecho para decir a mis queridos seguidores que volveré pronto, y con fuerzas renovadas. Volverán las historias sin pies ni cabeza, volverán Clau y Joss y volverán las lágrimas y las sonrisas por amor, desamor, o lo que quiera que sea lo que provocan esas reacciones. Echaba de menos escribir, y ¡no sabéis cuánto!