martes, 28 de junio de 2011

Un pequeño parón.. :)

ODIO que el blog no tenga foto de cabecera, sé que no queda tan bien estéticamente. Tampoco estoy en casa, así que no podré actualizar hasta dentro de tres semanas mínimo. Mi verano, está siendo genial. No tengo palabras.

Os deseo un verano que sea como mínimo igual de feliz que el mío. Un beso enorme a todos. :)

martes, 14 de junio de 2011

Un estruendoso ruido le despierta de repente. ¿Qué pasa, qué es, quién eres? Dice aturdido aún por el sueño y la luz molestando en los ojos. Ve su sombra. La reconoce, claro: es ella. Con curvas, aunque las justas. Poco pecho, pelo largo, piernas también. La ve como huir. Pero no lo cree. Llegará tarde al trabajo, como siempre. Es tan despistada... Y así, sin más, se sumerge de nuevo en ese sueño placentero. Quizás no fue lo más acertado, pero fue lo que en ese momento hizo porque jamás habría imaginado lo que iba a pasar. Justo en el tiempo que tardaba en bajar las escaleras, dos minutos y cuarenta y cuatro segundos (se divertían contando lo que tardaban en bajar para comprobar la diferencia con el tiempo cuando subían), escuchó un ruido enorme. Se levantó. Miró por la ventana. No fue capaz de contarme nada más. Lo que sí sé, es que desde ese día, esos dos minutos y cuarenta y cuatro segundos se han convertido en horas. No baja las escaleras por miedo a terminar igual. No quiere abandonar esta vida sin cumplir los sueños de ella. Que también son los suyos. O eran.

Ni siquiera sé el por qué de esta entrada, ni siquiera sé que hago actualizando ahora, si se suponía que debería estar durmiendo y además que hoy no era mi día más inspirado. Ni si quiera sé por qué un final tan dramático. No me voy a preguntar más, vosotros... tampoco lo hagáis, porfa :)

sábado, 11 de junio de 2011

Tenía miedo.

Era de las que siempre llevaba algo de cuero negro puesto: ya fuese una pulsera (con pinchos, claro), una cazadora, pantalón o un trozo pegado a su camiseta; de las que se pintaba los labios rojos o granates y los ojos negros o con un look pin up que le daba un toque sensual y a la vez exótico. Se colocaba el pecho en su corsé de una forma estratégica para insinuar pero sin llamar demasiado la atención. Tenía los ojos rasgados, y sus facciones eran duras. Uñas negras o rojas. Colores siempre fuertes, pero apagados. Hablo de todo esto porque así, tal y como ella vestía, era. O decía ser. Nunca la llegué a conocer del todo, creo, pues siempre pensé que ocultaba algo. Era un poco oscura, misteriosa y con un punto raro que me encantaba. A veces paseaba con la cabeza gacha y otras mirando fijamente a un punto. Nunca saludaba, ni siquiera te dirigía una mirada, y mucho menos una sonrisa. Creo que tenía miedo. Que ella no era así. Que el cuero era su barrera y las pulseras de pinchos un método de defensa. Le habían hecho daño, estoy seguro. Un día, decidí decirle algo cuando me cruzase con ella, pues todos los días lo hacía y, aunque no nos conociésemos, la llevaba observando mucho tiempo. No obtuve respuesta, pero como el que la sigue la consigue, lo intenté un día más. Creo que debió pensar: ¡qué pesado! Pero sinceramente, me es indiferente por completo. Conseguí un "hola" muy escueto por su parte. Insistí, tanto que un día la invité a tomar algo. Fuimos. Me llevó a su casa. Allí, allí fue donde descubrí que era una chica sensible que solo buscaba la apariencia. Vivía en su particular mundo donde nada hacía daño y todo era mentira. Tenía miedo. Miedo de la realidad.

lunes, 6 de junio de 2011

Nunca antes se habían visto. Quizás sí cruzado, pues eran de la misma ciudad, pero no habían reparado el uno en el otro. Probablemente si el destino los hubiese juntado de otra forma, no habrían terminado así. Pero el deseo de llegar a lo infinito hizo que ambos quisieran conocerse de forma distinta a lo habitual. No hablaron, con la mirada se lo dijeron todo y nada. Todo lo que hacía falta para lo que querían; nada que pudiera considerarse relevante a la hora de hacerlo. Llegaron al sitio, jadeando de haber corrido ansiosos por encontrarse el uno al otro. Sin darse apenas cuenta, estaban en la cama y llenando la bañera. Él recorrió con sus dedos cada ápice de sensualidad que ella desprendía y ella se dejaba hacer mientras llenaba la habitación de ruidos sutiles. Lo que pasó en esa bañera llenándose, sólo esas cuatro paredes pueden saberlo...