sábado, 27 de noviembre de 2010

Fragmento de mi cerebro un sábado por la noche.

No. Nunca más. ¿Por qué?. Te quiero. No. No lo hago. Sí, sí lo haces. ¡Que no!. Vale. Está bien. Pero más tarde, que ahora no me apetece. Lo que más. Shakira, maldita Shakira que me hace llorar con sus canciones. Pero en el fondo me gusta. Sí. Puede serlo. La Celestina. Qué puto asco. Nieva. Lloro. Sed. Quiero agua. Joder. Joder. Joder. Joder. Quiero descansar. Quiero ser yo de nuevo. Quiero sonreír. Ya lo hago. Sólo a veces. Pero lo hago. ¿1+1? No lo entiendo. Uh, chocolate. Yo quiero. No, pero no. Sí. ¿Qué estás haciendo?. Se te está yendo la cabeza, Gemma. Qué va. Siempre he sido así. Para nada. ¡Déjame, Campanilla!. A veces me gustaría ser un pez. Ya sabes, por eso de la memoria. O no. No, no podría recordarte así. Y a veces también llego a pensar que estaría bien tener el síndrome de Peter Pan. Como el grande. Como Michael Jackson. Me habría quedado en esos séis meses. O no. Quién sabe. Nadie. Lo que más. De nuevo, lo que más. Tanto que no sé cómo escribirlo. Tan poco que me faltan palabras. En fin. Hasta la vista. Gemma, mírate esto, en serio.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Todos somos felices siempre.

En el fondo estaba convencida de que todo el mundo era igual de feliz. Cien por cien feliz. Pero al parecer solo ella se había dado cuenta de tal cosa. Por mucho que a veces aparentásemos estar mal, hundidos o nuestro interior estuviese algo más revuelto, ella siempre estaba ahí. Era su mejor amiga, de hecho. Nunca la abandonaba, y cuando estaba a punto de caer, la felicidad venía en forma de charco, paraguas, canción o sol. Y se había propuesto que todo el mundo supiera lo mismo que ella sabía, así que dejaba cartas por debajo de las puertas de las casas en las que veía entrar a alguien triste donde ponía: "Tú eres feliz, aunque a lo mejor no sepas donde tienes la felicidad. Búscala en el armario de las galletas o debajo del sofá, seguro que está". La suya era traviesa y de vez en cuando se escondía. Otras veces era ella quién la hacía porciones y la guardaba en la nevera, en el bote de nocilla recién empezado, en una canción de Sting, en su perrito, debajo de la almohada, en un mensaje recibido por sorpresa, en una foto o (este era su lugar favorito) en la enorme bolsa de chuches que siempre tenía en casa. 

                                                                                                                           
                                                                                                          "Sé feliz. Busca tu felicidad, no dejes que sea ella la que te encuentre a ti en este escondite que es la vida." 

viernes, 19 de noviembre de 2010

Adela, Pab te extraña. ¿Quieres volver a verlo?

Sin duda, Adela era una de las mujeres más bellas que yo había visto jamás. Era esbelta. Morena, de piel y pelo. Su cara redondita y sus rasgos iguales, despertaban en mí una ternura que nadie había sido capaz de despertar. Tenía las mejillas levemente coloreadas, y los ojos grandes y marrones. Expresivos también. Su boca era... para mí un sueño. No sé cómo explicarla, labios gruesos y dientes perfectos. Ni grandes ni pequeños. Cuando estábamos juntos, siempre se acercaba poco a poco a mi oreja y me decía bajito "me encantas". Ella sí que me encantaba a mí, pero nunca se lo dije. Quizás por miedo, vergüenza o porque no conseguía articular palabra cuando ella me lo decía. Nunca hubiese sabido lo que la valoraba, si no fuese porque cuando ella peor estaba, yo estuve ahí. Claro, que el amor hay que regarlo todos los días y quizás ya fuese demasiado poco, o demasiado tarde. Ahora no la tengo. La extraño. Te extraño, Ad, como siempre te solía llamar. 
                                                                                                                                                            - Pab

jueves, 18 de noviembre de 2010

A veces, sólo a veces.

A veces, sólo a veces le gustaba que lloviese. Era como si esas gotas cayendo de forma agresiva o no tanto de las nubes grises le quitasen un peso de encima; como si fuesen todos sus sentimientos cayendo sobre la ciudad. A veces también le gustaba escuchar música triste. Y a veces, sólo a veces, le gustaba escuchar música triste mientras llovía. Pero eso sí, siempre  sonreía. Aunque estuviese llorando, en sus labios había dibujada una sonrisa. Más o menos grande. Pero siempre. Una vez alguien le dijo una frase que le quedó marcada "Y recuerda: Sonríeme siempre, si no lo haces tú... ¿quién lo va a hacer?" por eso, por esa persona, siempre sonreía. Por mucho que deseara irse como las nubes cuando termina una tormenta. O como el arco-iris cuando el sol se va y sigue lloviendo. Le gustaba sonreír. Y que le sonrieran. Ah, y a veces, sólo a veces, le gustaba simplemente llorar, sin pensar en nada más. Sin sonreír, sin escuchar una y otra vez esa frase en su cabeza, sin tener nada que hacer. Sólo eso, llorar. 

martes, 16 de noviembre de 2010

Ahora aquí. Luego, allí.

Siete de la mañana, andando descalza por la moqueta con su taza roja de chocolate caliente y sólo un culotte tapando su trasero. Con un volumen bajo, suena su música, esa que a nadie le gusta, la que todo el mundo dice que solo son "gritos" pero que a ella le encanta. Va a la habitación y ahí está él, en la cama, medio tapado y semidesnudo. Con una mano apoyada en la almohada, con posición de bebé. Lo mira, lo observa. Sonríe. Sonríe y le da un beso. Él entreabre los ojos; esos ojos negros que tanto le gustan. También sonríe. "Buenos días, princesa". Y un beso, y otro, y otro más. Y así hasta perderse entre las sábanas, para dormir un ratito más abrazados y soñando con un siempre juntos. Más tarde. Despiertan. Es tarde, muy tarde. Ella se viste deprisa, él se da una ducha en una milésima de segundo. Se despiden sin darse un sólo beso... 
Ella piensa y llega a la conclusión de que quizás el amor se está acabando. Antes, por muy tarde que fuese, siempre había tiempo para un beso, o dos, o tres... ahora, aunque sea temprano, rara vez se besan al despedirse; mientras, él se imagina cómo sería la vida sin ella. No se ve tan mal. Pero no puede dejarla, lo quiere demasiado y no puede decepcionarla. Y así pasan el día, el uno sin el otro, sin echarse apenas de menos... 
Cuando llegan, ella lee un libro y él ve una película. Un solo "hola" ha sido su máxima comunicación. Ni un "¿qué tal?", "¿Cómo te ha ido?", "¿Estás cansada?" o, lo que más echa de menos, un "Hasta con esa coleta mal hecha estás guapa, princesa". No se tocan, no se hablan. Se dan la espalda al dormir. Y todo termina, poco a poco o de golpe, como queráis verlo. 
Qué poco se tarda en dejar de ser la más feliz del mundo…

viernes, 5 de noviembre de 2010

Triste pero cierta realidad...

Es delgada. Tanto que a veces la gente se olvida de que existe. La gente. Yo no. Es imposible olvidarme de ella, me persigue. Viene detrás de mí a todos sitios, por eso no me gusta quedarme sola. Tiene fobia a los espejos, por tanto, yo también. No me gusta mirarme… no consigo verme reflejada. Sólo la veo a ella con un cartel que dice “dalo todo por mí”. No sé qué querrá decir eso, llevo al menos cuatro años dándole vueltas. Apareció de pronto. Un día yo era una chica normal, habladora y simpática y de repente ella me ha hecho ser totalmente insociable y callada hasta ser pesada. Al principio no me importaba que estuviese conmigo, no me pesaba. Era algo con lo que me sentía cómoda incluso. Pero ya no. Ahora me pesa, mucho; ahora no duermo porque ella ocupa todo el lado en la cama y yo me paso las noches arrodillada en la alfombra roja de mi habitación llorando. Durante el día eso de sonreír se acabó desde que vino. Es como una dictadora. Debo hacer lo que ella mande. Dice que es mi amiga, incluso ha traído a vivir con “nosotras” a otra chica. Esta, después de comer me obliga a ir al baño, mirarme al espejo y sentirme mal conmigo misma. Me arrodilla como por arte de magia delante del váter y de ahí a mirarme al espejo de nuevo, llorar, llorar y llorar. Estoy cansada de ellas. Incluso mi cara lo está. Se encuentra irritada de llorar. Sí. Repito llorar mucho porque es en lo que consiste mi día a día.
 Si queréis os digo cómo se llaman para que nunca las dejéis entrar en vuestras vidas. Son Bulimia y Anorexia

miércoles, 3 de noviembre de 2010

A Nadine le gustaban las máquinas de escribir. Le gustaba el "clac, clac" que hacían al teclear y también la curiosa forma en que funcionaban.  Uno de sus sueños de cuando fuese mayor era tener una y escribir cuentos para hacer sonreír a la gente.  Cuentos que hablasen de peces de colores que hablaban (como el suyo, se llamaba Pet, era azul con rayitas verdes y de vez en cuando decía "glu"), de brujas buenas y de arcoíris en días soleados. Eso era lo que más le gustaba a Nadine. Más incluso que el clac clac de sus máquinas preferidas al poner te quiero en ellas.  No cambiaba por nada el ver algún día un arcoíris en un día completamente soleado. La lluvia no le gustaba, le ponía triste. Como cuando Pet no comía y pasaba días sin hacer glu.