martes, 22 de febrero de 2011

Un día me enamoré del chico equivocado.

Un día me enamoré del chico equivocado. Aunque si lo miras bien, era bueno. Sí, era el mejor pero el peor del que me podía haber enamorado. Qué contradictorio, pensarás. Pero no. Te voy a explicar cómo era y al final te diré el por qué, o quizás ya lo hayas adivinado tú para entonces. Era blanco, de piel. Tenía los ojos... muy, muy claros, y el pelo negro como la pez. Nunca me habían gustado los chicos tan... así, pero él tenía algo. Y no sé qué era. Nunca se hacía heridas, y eso que casi siempre se caía. Tampoco sé por qué se caía, quizás tropezaba con una de las miles de chinitas que había por los caminos que me llevaba. Mis amigas me decían que era raro, pero yo no les quería hacer caso y, aunque a veces yo también lo pensara, al instante repetía en mi mente que lo único que pasaba era que no era como todos, que me quería, que me trataba bien. Por eso la gente podía verlo raro. Siempre me regalaba rosas. Pero eso sí lo veía yo un poco fuera de lugar... eran rosas negras, que por mucho que ese fuese mi color favorito, no me llegaban tanto como me podría llegar una rosa roja. Íbamos todos los días de paseo. Donde más le gustaba ir y charlar allí horas y horas era en un parque que había al lado de un cementerio de mascotas. Nunca me atreví a preguntarle el por qué de ese lugar, pensé que simplemente le parecería un sitio tranquilo, o quizás no se lo pregunté por no despertar de ese "sueño" que vivía. Además, con el tiempo a mí también me empezaron a gustar las mismas cosas que a él, noté que mi piel se palidecía como la suya, mis ojos iban tomando un color té, muy raro, pero muy claro y mi pelo iba tornándose de castaño claro a casi negro. Y un día, cuando estábamos en el cementerio vi pasar a mi madre por allí, llorando. Iba a mi entierro. Ese chico me había llevado con él, estaba muerto. ¿Lo peor de todo? Aquí ya no hay amor, al menos como yo lo conocía hasta ahora. Eso sí, mi corazón sigue latiendo cada hora una vez. Nunca se muere del todo, siempre lo pensé. 

miércoles, 16 de febrero de 2011

Martes, 13 de febrero (V)

(En su casa, Joss. Nervioso, por qué no decirlo, piensa en voz alta.)


Son las 5. Hemos quedado a las 6. Tengo una hora para ducharme, ponerme lo primero que pille, sin descuidar demasiado, comer algo y llamar a la empresa para decir que la reunión se pasa a la semana que viene. Calculando que tardo... mm... vale, bien. Voy bien. Qué me dirá. ¿Qué pedirá? Es una pregunta tonta, ya lo sé, -dice al ver que Blowie, su yorkshire, lo mira con cara rara- pero es que eso dice mucho de la personalidad de alguien. Coca-cola... mmm... no creo. Batido. Batido de... vainilla. Con hielo picado. Para que esté frío pero no demasiado. Y para que le de tiempo a bebérselo antes de que se derrita. Seguro que pide eso. Es como una niña, lo sé, y eso que no la conozco. Qué llevara. Medias de color. Qué, qué, qué... Bah. No pienses más, tonto. ¡Actúa! O mejor aún. Carpe diem, como siempre te decía tu padre. 




(Clau está ya en la cafetería. Ella se duchó por la mañana, como siempre. Eligió la ropa justo cuando él se fue. Llevaba medias. Claro, como siempre. Amaba las faldas. Y sus botas. En fin, que ya estaba ahí, tomando un batido de chocolate, con hielo picado. No quedaba de vainilla.)


Quedan treinta minutos. Jo, quiero que venga ya. Parece mentira, pero me hace ilusión sólo verlo. No sé cómo será, pero de momento lo que ha hecho por mí me dice mucho. Hacía mucho que no hacían nada parecido. Por no decir nunca. Le hablaré de ti.- Le dice a su gato, Missú- Le diré que eres mi bebé, que siempre me escuchas. ¿Qué beberá él? ¿Qué colonia utilizará? Bueno... a ver qué surge. Yo no voy a pensar más, siempre que lo hago la termino cagando. Así que... no pensar, sí actuar. 


Y ahí están, cada uno en un sitio. Cada uno pensando una cosa, pero al fin y al cabo, lo mismo. En el otro. Y eso es lo importante.

sábado, 12 de febrero de 2011

Martes, 13 de febrero (IV)

- Pasa, no te quedes ahí parado... mmm...
- Joss, me llamo Joss. Tú Clau, ¿verdad?
- Vaya, ¿eres adivino?
- No, es que Clau es el nombre que pone en tu buzón, y al parecer... soy observador. - Clau suelta una carcajada avergonzada, no lo había pensado, y eso que el buzón era de las cosas que más miraba de su casita. 
- Vaya... es verdad. Qué tonta soy... - Decide parar esa conversación tonta que le está subiendo los colores cada vez más.- ¿Quieres un té, café, batido, tarta...?
- ¿Un capuccino? 
- Claro, me salen muy ricos. Verás. Ven conmigo a la cocina y así charlamos un poco, ¿no?
- Vamos, Clau. - Y sonríe levemente aparentemente, pero en su interior tiene la sonrisa más amplia que nunca. 

Pero no es sólo Joss el que sonríe por dentro como nunca, Clau también lo hace. Y por fuera. Y su sonrisa es grande, blanca. Unos dientes pequeños pero perfectos. Ella piensa: Además de guapo, es simpático. Y amable. No puede ser verdad. O sí, que ya me toca. Mientras, él le cuenta varias cosas. 
- [...] y entonces sentí la necesidad de saber quién eras. Es más, dejé ir el tren que me llevaba a una reunión por la curiosidad que despertaste en mí. Me llamaron y dije: Tengo que conocer a alguien, la reunión puede esperar. 
- Pero... ¡¿cómo haces eso?! 
- Bah, soy el jefe. Sin mí no podían hacer la reunión, así que... 
- Estás loco... 
- Bueno, un poco... Ah, ¿y sabes qué? También pensé en voz alta y en realidad quién me dijo cómo te llamabas fue un niño que pasaba y me escuchó hablar. Me golpeé por que no me vieras, por que no pensaras que estaba loco y mira - Le enseña un pequeño golpe que tiene en la frente. 
- Lo confirmo. ¡Estás loco! 
- Puede. Me tengo que ir ya, ¿quieres que nos veamos... mañana? 
- Claro, me apetece conocerte. 
- Te dejo mi barquito de papel para que me lo des cuando nos veamos, así tienes algo que es mío y me aseguro de que vas a nuestra cita. 
- Cita, ¡qué feo suena eso! ja, ja
- Bueno, nos vemos mañana en el café de la esquina, que me ha gustado mucho. Invito yo. 
- ¡Vale! Hasta mañana, Joss. Me ha encantado conocerte. 
- Espero hacerlo más. Adiós, Clau. 

Y sale, y ella entra. Se va para su casa, y ella se tumba en el sofá y suspira. Y él también suspira. Y no saben que esos serán solo los primeros, que les quedan mucho más por dar. Que en ese momento se ha empezado a forjar su historia, su martes, su 13 de febrero. 




Clau y Joss desde el principio :)

miércoles, 9 de febrero de 2011

Quedaron para tomar un café, pero ninguno de los dos sabía nada. Simplemente ambos habían sentido la necesidad de ir hasta aquella cafetería, un lugar escondido, donde nunca había nadie. Era lunes, y, para su sorpresa, estaba todo lleno, únicamente había dos taburetes libres al lado de la barra. Cruzaron juntos la puerta y en realidad ninguno de los dos se fijó en el otro, pues no sabían lo que les deparaba aquel lugar. A la hora de pedir, él optó por un café verde y ella prefirió, como siempre, un batido de chocolate sin hielo. (odiaba que el batido estuviese tan frío que le provocase dolor de cabeza) Le hizo gracia que esa chica tan guapa (ahora que se fijaba en ella veía que era preciosa) y que aparentaba al menos treinta años, se pidiera un batido, como las niñas. Y eso le encantó. Esa dulzura que le transmitía con las mejillas levemente coloreadas... era perfecta. Lo presentía. Tomaron sus respectivas bebidas y, al salir, se armó de valor y le pidió una primera cita. Lo que no sabían era que el destino ya les había dado la cita que decidiría el resto de sus vidas. Y fue esa, en esa cafetería a reventar de gente desconocida, con el té verde y el batido de chocolate.




Pd. Lo siento, estoy agobiadísima y me es difícil escribir. Así que hasta que no vaya un poco más desahogada no actualizaré mucho. (Necesito vacaciones YA) 

sábado, 5 de febrero de 2011

Desorden mental y sentimental.

Todo está desordenado. Y no es por mi habitación llena de peluches en el suelo, ni por el baño con el maquillaje por ahí. Ni por la maleta que aún no he desecho. Es mi cabeza, mi corazón. ¿Está bien?, ¿está mal? Para mí bien, para el mundo mal. No sé, no supe y no sabré. No entiendo nada, no entiendo por qué a pesar de todo sigo aquí, no entiendo por qué aunque haya llorado hasta el extremo, no me importa llorar más, no entiendo por qué me arrastro. No entiendo por qué sigo enganchada. No quería decepcionar a nadie, sin embargo esta vez he sido egoísta. He pensado en mí, he pensado en lo que yo sentía en ese momento y en lo que siento por mucho que quiera convencerme de que no. No he pensado en las consecuencias que aquello podía traer... y ahora me doy cuenta. Pero no me arrepiento, pues ahí, en ese momento, en ese lugar, yo era la más feliz del mundo. Aunque ahora esa felicidad se haya convertido en nada. Ni si quiera  lágrimas. No tengo más. No puedo más. Bah. Déjalo Gemma. Ya te tocará a ti. 


Dos palabras, dos malditas palabras que hacen que me estremezca. Dos malditas palabras que no escucho hace mucho tiempo. Dos malditas palabras que me harían feliz como hace tiempo. Imagínatelas.