jueves, 3 de marzo de 2011

Sola, pero nunca del todo.

Divagaba sola por los estrechos callejones de su ciudad. Las farolas proyectaban en las aceras su única compañía, su sombra. Se cruzaba con mucha gente, pero nadie la veía. Cuando veía que alguien se acercaba, levantaba la cabeza esperando, no un hola, sino una simple sonrisa, o un movimiento leve de cabeza como señal de saludo. Pero no conseguía ni un roce de brazos, aunque fuese sin intención. Su rostro, pálido y sin maquillar nadie lo había visto jamás, incluso ella se miraba poquísimo al espejo porque se derrumbaba al hacerlo. No sé por qué, le daba mucha importancia al físico, y ella lo tenía, pero no lo aprovechaba. Siempre había soñado con alguien, con alguien que la comprendiese... alguien que no fuese de su sexo, alguien con quien compartir algo más que gustos, alguien a quien aferrarse en todo momento, alguien con quien compartir sus paseos nocturnos. Pero ese alguien al parecer no llegaría nunca, y eso la incitaba aún más a pasear solitaria de noche. Todos los días eran iguales, su vida era monótona, aburrida. Ese día, a las doce en punto, como todos los días se dispuso a salir de su casa, una casa grande y oscura. Una casa que a ella le encantaba. Pero llovía. Llovía y no tenía paraguas… algo le dijo que tenía que salir, aunque se mojase entera y no pudiese salir los días siguientes por estar acatarrada. Ese día tenía que salir. Esta vez su sombra no se reflejaba en las aceras, si no en los charcos… y ella iba mirando insistente que alguien pasara y la saludase, como todos los días. Estaba parada mirando su reflejo en uno de los charcos que se habían formado a causa del chaparrón y pasó un chico. Ese chico. Llevaba libros, se le cayeron justo a su lado. Ella levantó el rostro y se agachó para ayudarle. Vio que llevaba “La piel de la memoria”, su libro favorito. Lo miró, la miró. Todo se le iluminó, en ese momento, lo que había sido oscuro, se había convertido en claro, muy claro. Él vio que estaba mojada y la invitó a meterse bajo su paraguas... Pero… ¿como era posible? Creía que nadie la veía nunca y de repente, alguien hasta le ofreció ir a su lado. A partir de ese día todo fue distinto. Ya dicen que a veces la felicidad depende de una sola persona

1 comentario:

  1. Que cosas tan bonitas se pueden a llegar a decir en unas cuantas lineas. La frase final, me encanta, es mas, me la acabo de apuntar en la agenda, la conocía, pero nunca la había visto usada en ese contexto. Escribes increíblemente bien, espero seguir viendo cosas así durante mucho tiempo-

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